miércoles, 31 de marzo de 2010

Dos minutos


Aquí entre los barrotes de esta pobre prisión de hormigón con vistas a un verde prado recuerdo porque estoy hoy aquí cumpliendo mi octavo año como presidiario.
Aquí no tengo nadie con quien hablar. Mi única liberación son las hojas que me pasan junto con un bolígrafo todos los días junto con la comida. Todos los días me despierto por el sol que entra por la pequeña ventana de mi celda. El tiempo en esta esquina del mundo no varía prácticamente. El tiempo no varia el paso del tiempo no lo puedo medir, vivo aislado del mundo de un forma muy agresiva.
Todo empezó un día de verano cuando habíamos ido a pasar una semana al pueblo de mis padres en la vieja Castilla. Los pueblos amarillos y beige eran un buen lugar para descansar durante un tiempo. Fui con mi mujer y mi hija, y un día después de la comida a eso de las cuatro decidí irme a caminar solo con una botella de agua de plástico para hacer la digestión y beber si lo necesitaba. Andube bastante timepo por las callejuelas y de pronto vi una sombra que se extendia por el cielo y avanzaba a alta velocidad por el cielo, no era una nube ni nada que reconociese pero se alejaba velozmente a las afueras del pueblo, a campo abierto. Mire a los lados, las callejuelas estaban completamente deserticas, y emepcé a correr tras la sombra que ocupaba el cielo hasta las afueras del cielo, una vez consegui llegar alli se detuvo.
Una vez en campo abierto pude percibir mejor que era aquella masa oscura que sobrevolaba encima de mi cabeza. No era algo que hubiese visto antes, no era normal, no era de este planeta... Aquello era una imagen que me desconcerto bastante, una nave de forma triangular, parecido a un avion de las fuerzas aereas pero estatico, encima mia. Empezó a descender lentamente, yo me fui apartando para no ser aplastado (era lo que me faltaba) la "nave" descendió hasta levitar a unos palmos del suelo.
La nave comenzó a irradiar una luz cegadora como si del astro sol se tratase. Poco mas detalles recuerdo desde aquel momento hasta el instante despues en el que abri los ojos debido a un ruido parecido a un trueno.
Tan pronto recupere el sentido percibí un agudo dolor en la parte posterior de mi cuello. Era como si una aguja de milimetricas proporciones estuviese haciendo mella y destrozos como un tanque en mis cervicales. El dolor me pudo durante Varios segundos llegando a desear la muerte a cambio de la liberacion de tal agreste dolor. Pero de un momento a otro, sin avisar, sin ninguna señal previa, el dolor desapareció. Solo quedo de aquel punzante daño, las lagrimas en mis ojos y el morado en mis labios de paretarlos.
Mi institno humano me hizo gritar a los cuatro vientos por todos los medios que estuvieron en mi mano para alertar a la población, internet, prensa, television... estuve en todos los medios de la comunicación a un mismo tiempo y en todas las miradas de incredulidad que se reflejaban en mis amigos y por desgracia en toda mi familia, incluso en la mas cercana.
En pocos meses mi mente tornó en locura, mi familia en personajes extraños, mis amigos en escepticos y mis pensaminetos en sucios borrones mexclados aleatoriamente en mi cabeza. Acabe por dudar de mis argumentos, acabé por dudar de todo lo que me rodeaba, acabé por dudar de mi existencia, y acabé por entregarme a las autoridades pertinentes, y ellas me han derivado a esta carcel de piedra y cemento en la que me he vuelto un hombre cuerdo, cuerdo solo dentro de esta celda.
No recuerdo nada de lo que paso aquellos dos minutos en los que estuve desmallado pero hubo algo que nunca podre explicar, aquella barba de siete dias que aparecio en auqellos dos minutos...

lunes, 29 de marzo de 2010

El Hombre del Tiempo


Los estudios eran total, agobiantemente estancos. Ninguna ventana planeada en los cálculos hechos por un arquitecto algo misántropo quizá, y así la mañana se pasaba lejos de sus ojos. A Wence se le hacía bastante insoportable. Pero fingía encontrarse bien, plastificaba una sonrisa trabajada y artificial en su rostro pálido (el cual todavía osaba conservar algún atractivo natural tras tantos años de sinsabor televisivo) y continuaba con su trabajo. No en vano se había pasado casi una década luchando por aquel puesto, deseándolo casi lujuriosamente; desde luego que había sido objeto de burlas de sus compañeros, ya que ¿Qué eran cinco minutos de cámara?. Pero a Wence nunca le había importado eso. Y continuó su carrera de meteorólogo, siempre a sabiendas de que, en vida, su madre se avergonzaría de verle en un trabajo que para un chico con tales expectativas se quedaba en poco más que ridículo.
-En los próximos días llegará un frente frío que dejará precipitaciones y fuertes vientos, con posibilidad de nieve en las cotas más altas, especialmente en los condados de Sussex, Norton y el sur de Gales…
La becaria de los hoyuelos hizo un gesto sucinto para que el técnico cambiase al mapa topográfico.
-En el resto de Europa se mantienen las temperaturas primaverales, llegando a las máximas de 75º F en Nápoles y Atenas…
La becaria, con el pelo recogido en un moño desaliñado y con unas esplendorosas ojeras moradas de trabajadora independizada, además de los hoyuelos que la distinguían de todas las becarias del mundo, le sonrió tímidamente a Wence, pensando, creyó él, en las vacaciones que tenía planeadas a Grecia con su novio. Pero de cualquier manera su sonrisa fluctuó en un gesto ligeramente articulado y más natural. Del aquel cambio solo se daba cuenta la señora Higgins, una anciana arrugada como una uva pasa que hacía calceta a cien kilómetros de allí, cuyo mayor entretenimiento en la residencia de ancianos era sorber huevos escalfados y mirar el parte meteorológico, soñando con bailar claqué con el guapísimo hombre del tiempo, el Sr. Jones y pellizcando a las otras viejas que se atrevían a llamarle por su nombre de pila: Wenceslao.
Lejos de allí y con la mente en otros lugares lejanos Wence recogió por fin sus cosas mientras crecía en él una sensación de ánimo a medida que, manteniendo por última vez en el día el paso tieso aferrado a su maletín recorría los pasillos apurado, casi sin saludar a los que se cruzaban con él saliendo y entrando de despachos y oficinas en un revuelo de camisas planchadas-arrugadas, nudos de corbata y medias tupidas. Se frotaba anticipadamente las patitas mentales del regusto que le iba a dar salir a la calle y que le diese el sol tras una mañana gris en la gris Londres y su tráfico gris. Bajó las escaleras de tres en tres, casi se estampa contra el repartidor del buffet que le miró bajo las pobladas cejas oscuras de turco amodorrado. Wence le sonrió simpáticamente, no se paró a escucharle ni a mirarle, llegó al hall, se metió con un ágil ¡Alehop! En las puertas giratorias y…
Bajo el chaparrón las mujeres corrían con las gabardinas sueltas a por los taxis, los cafés replegaban los toldos empapados, todo se movía cruzando la película cotidiana del mal día. Wence suspiró negando con la cabeza. Qué estupidez no darse cuenta. Desde luego, él era el Hombre del Tiempo. Si él mismo no sabía de antemano el día que iba a hacer, ¿Quién lo haría? Apaga y vámonos, sería el fin de toda una tradición familiar por vía paterna.
Levantó la cabeza a las nubes, hurgando en su maletín para coger el paraguas negro plegable. Finalmente sonrió.
¿Qué importaba? Había salido del trabajo, tenía una semana de vacaciones, se podía permitir relajarse un poco como hacían todos ¿No?
Wence caminaba por la acera gris mojada con el paraguas abierto en la mano del maletín. Con la otra libre, sus dedos nudosos y largos hicieron un gesto extraño y muy, muy sutil, que indicaba algo.
Cruzó la calle y decidió pasear hasta su casa. El hombre del tiempo decide que está de buen humor, le da igual todo por hoy.
Sobre la cabeza de Wence las nubes empezaron a desaparecer, dejando atisbar un retazo de cielo azul. Según el camino que tomaba serpenteando entre los árboles de Hyde Park se veía por encima un curioso sendero azul en el que la lluvia no entraba. Poco a poco, el Hombre del Tiempo cada vez más feliz seguía caminando sin pensar en nada más que en la inminente llegada de la primavera, las nubes espolvoreadas se perdían cada vez más lejos de él, desnudando el cielo de Londres y enseñando el Sol. Al Hombre del Tiempo le gustaba su trabajo. La gente se asomó desde las ventanas, contentas con que la tormenta se fuese tan repentinamente. En medio minuto, se sorprendieron en el instituto de Meteorología, las temperaturas dieron un salto brusco de cinco grados.
Sí, la primavera estaba llegando ya.
El Hombre del Tiempo se hacía cargo de ello.


The Spring Tangerine

sábado, 27 de marzo de 2010

Y cerró los ojos.

Asustada por aquel mensaje de unos secuestradores, corrí hacia el lugar acordado para darles el dinero. Necesitaba salvarlo, él era la persona con la que más momentos felices había vivido, a la que más quería y amaba. Cogí el primer taxi que vi en la carretera.Iba camino del callejón. Bajé del taxi y eché a correr.Ya faltaba poco, unos 50 metros. Por fin en el lugar, eché un vistazo y vi la papelera donde tenía que depositar el dinero.
Allí dejé la bolsa. Como habíamos acordado, en la papelera, estaba el papel que decía donde lo tenían atado, para que yo lo rescatara. Calle Polar, segundo callejón por la diagonal. Hacía allí me dirigí.
Tan sólo 100 metros para llegar, pensaba en los momentos que nos quedaban por vivir, los besos que nos quedaban por dar y las risas por echar.
Me metí en el callejón, él estaba tirado en el suelo. Fui hacia él, le cogí la mano, se pasó toda mi vida por delante. Me dijo lentamente te quiero, y despacito, cerró los ojos.

FIN

Icía Cores Lages.

viernes, 26 de marzo de 2010

Un tipo de amor.

Part 2.
Salimos del parque y paseamos por los alrededores. Hablamos de nuestros gustos. Aún que yo ya sabía algunos cuantos… Como el Rock.
Nos detuvimos justo debajo de una farola.
-Espérame aquí, no tardaré. Voy a buscar una cosa. –me dijo él, ya andando.
Miré como se alejaba… Y recapacité. Habían pasado tantas cosas… Era increíble, antes era una completa desconocida para él. Ahora paseo, o más bien espero, por él.
-¡Claire! –me dijo Tom, un amigo.
-Hola Tom. ¿Qué haces aquí?
-Buscarte… Tengo que decirte algo. –su expresión cambió. Se puso serio.
-Venga, di. –me abrazó, acercó su boca a mi oreja y me susurró. Yo cerré los ojos, estaba cansada.
Fue un error por mi parte. Porque cualquier persona que anduviese por la calle pensaría que éramos pareja. ¿Y por qué no Nick, que no me conoce de nada?
Cerca de donde estaba esperando a Nick había una floristería.


Luego se fue. Tiró la rosa al suelo. Grité su nombre, pero nadie me respondió ni se detuvo. Intenté seguirle, con la rosa en la mano, pero lo perdí completamente de vista. Y, en este caso, completamente, en todo su sentido. No lo volví a ver. Nunca.
Lloré por él. Más noches de las que había llorado porque pensé que nunca llegaría a conocerle. No sé quién salió más perjudicada: si mi almohada, que acabó inservible, o yo, que no volví a sentir el amor. Y la única vex que lo hice…
Fue platónico.
 

THE END.

Se aceptan críticas y comentarios.

Un tipo de amor.


PART 1.
¿Habéis experimentado alguna vez el amor? Sí, ese sentimiento que para algunos es lejano, para otros cernano, odioso, confuso… Da igual como lo sintiérais, por lo menos lo habéis hecho. ¿Sabéis lo que es un amor platónico? Uno inalcanzable, imposible. Pues ese es el que siento yo. El que sentí, el que sentiré, y podría decirlo en todos los tiempos verbales que deseéis.
Supongo que si estáis leyendo esto, es porque os importa mi historia. Así que comenzaré a relatarla.
Para un amor platónico… se necesita un chico o una chica. Más bien dicho, para cualquier amor. Pero no soy lesbiana, así que os imaginaréis que me enamoré de un chico… Y vaya chico. No muy alto, con unos ojazos… verdes.  Y su pelo… Oh, cualquiera desearía acariciarlo, poder tenerlo cerca todos los días.
Un sábado de junio de 2009 quedé con mis amigas, ya sabéis, a dar una vuelta. Fuímos hasta un parque de nuestra ciudad al que acostumbrábamos ir. Nos sentamos en un canco y hablamos. Al lado había una pista que tenía dos canastas, aunque los niños también la utilizaban para jugar al fútbol. Bien, esta vez jugaban al baloncesto. Como os imagináis, me fijé en uno de ellos. Jugaba muy bien, era el más bajo, y tenía un rostro… ¡precioso! Era tan guapo. Una de mis amigas opinó lo mismo. Le pusimos un mote. ‘David’. No me gustaba nada, pensé que un chico como era él tendría un nombre más bonito. Pero qué se le va a hacer…
Lo volví a ver numerosas veces, en paseos, fiestas… Aún que no tantas veces como yo quisiera… Ya me entendéis. Averigüé cosas de él, como su verdadero nombre, apellidos y edad. Y me paro aquí porque aquí está el problema. Los años que me lleva. Digamos que me lleva 5 o 6 añós. ¡Qué bien! ¿No? También averigüé aún que no sé si sería del todo cierto, que tenía novia. ¡Otro punto a mi favor! A este paso…
Yo tenía amigos y conocidos que lo conocían o tenían algún tipo de relación con él. Después de un tiempo, me lo volví a encontrar como la primera vez. Jugando un partido. Pero uno de los conocidos-amigos de los que os hablé estaba con él. Me sentí rara… Mis amigas me decían que él me miraba. Es cierto que coincidimos miradas una vez, pero eso le pasa a cualquiera, ¿o no?
Poco después mi amigo-conocido vino a junto nosotras. Más bien, a junto mí. Hablé con él en privado.
-¿Qué pasa? –pregunté.
-Se ha enterado. Por eso te mira.
-¿Cómo?
-No lo sé. Hoy, nada más llegar, me preguntó quién eras. Me dijo que un amigo suyo se lo había dicho.
-Vaya… Si le molesta que le mire, dile que le dejaré en paz.
-Vale. Vuelvo con los otros.
Y habló varias veces con él, chocó la mano, le pasó el balón, le guiñó un ojo… ¡Lo que habría dado yo por hacerlo!
-¿Jugamos? ¡Me aburro! –dijo una de mis amigas.
Todas coincidimos en lo mismo, ¡a jugar! Aún que fuésemos malas en baloncesto… Jugábamos con los chicos por medio. Algunos descansaban, otros jugaban. ¿Adivináis que hacía él? Descansar.
De repente, me ví con el balón en las manos y subí a encestar, pero me empujaron y caí.
La siguiente escena nunca la olvidaré. Él, tendiéndome una mano para ayudarme, sonriéndome. Su maravillosa sonrisa… ¡Para mí! Por supuesto, agarré su mano. Le toqué.
-¡Ay! –sollocé.
-Creo que te has torcido el tobillo. Has caído mal. Al ‘banquillo’. –me dijo. Me sorprendí. ¿Se estaba relacionando conmigo? Pensé que le parecería una pesada. Me ayudó a no posar el pie hasta un banco cercano. Luego se sentó conmigo.
-Me llamo Nick, ¿y tú? –me guiñó un ojo.
-Claire. Gracias por tu ayuda…
-¿Tú no ayudarías a alguien que se ha caído?
-Tienes razón. –pasamos un minuto o así callados, mirando al suelo, o él a las nubes, yo que sé.
-¿Puedes apoyarlo ya? –rompió el hielo.
-Sí. Gracias.
-Vale. ¿Quieres pasear?
-¡Claro!


TO BE CONTINUED...

Se aceptan críticas y comentarios.

jueves, 25 de marzo de 2010

Paisaxe primaveral de Kyoto.

Paisaxe primaveral de Kyoto.
Pasear entre cereixeiras soe ser agradable se non estás só ou triste.
Un parque de Kyoto, Xapón -por poñer un exemplo, porque hai moitos outros lugares- posúe moitas cereixeiras e na primavera, numerosas parellas, familias, amigos... Pasean polos camiños de pedra que hai entre as árbores. 
Calquer ser -neste caso falando de humanos- inspírase ao mirar a caída das fermosas e rosadas flores da árbore mencionada anteriormente. Non obstante, contemplar esa imaxe pode provocar sentimentos de tristeza e morriña.
Seguramente, moitos -neste caso- xaponeses derramaron algunha que outra lágrima contemplando a paisaxe tan coñecida de Xapón da que vos falo, pero non necesariamente de tristeza.
Parques coma ese son grandes atractivos turísticos, pero, esta é a maneira máis pesimista de ver a paisaxe, non?


martes, 23 de marzo de 2010

Dia de veran no pais das marabillas

O veran ten moitos días, e eses días teñen dúas formas distintas de tomalo tranquilo, mirando as nubes e poñendote moreno, ou como se fai o 80% dos días xogando, nadando, correndo e demais.
Esta e a historia subrrealista, que inda, a día de oxe non sei se foi real ou non, pero escríboa a modo de liberación.
Un día de verán, na praia, mentres o meus amigos xogaban na auga, eu quedara encargado de todo o noso, xa que non me apetecía bañarme ese día. Quitei a camiseta e tumbeime a tomar o sol. Pechei os ollos, neste momento e cando a miña memoria emepeza a fraquear e non distingo realidade ou soño, cando os volvin a abrir, diante miña había un conexo. Estaba nunha parte onde había herba, incluso a medio kilometro víase unha especia de bosque, pero extrañábame a presenza dun conexo tan lonxe do seu hábitat.
Quedei ficando cara el, un conexo gris, e nervoroso. Fixeime un pouco e tiña un coiar, e un pequeno reloxo de bolsillo pendurado nel. Acercouse a onde eu estaba, eu sin inmutarme deixei que fixese o que quixese, acercouse a toaia de Fred, onde estaban as súas pequenas gafas redondas. O conexo puxose detras das gafas e emepzou a ulisquear por debaixo delas. Naquel intre todo recordoume a marabillosa pelicula de Disney e a fantastica historia de James Joyce, Alicia no pais das marabillas.
De pronto, mentres eu estaba absorto facendo comparacions absurdas cun animal que aparecera de supeto, cando propulsado polas súas patas traseiras, deu un chimpo ata as miñas costas e logo ata o meu outro lado, deu varios brincos entre as miñas pertenzas e volveu o primeiro sitio onde eu o vira, cambiando que agora collera o meu mobil nos seus dentes enganchado polo colgante que lle puxera o mobil. O principio non me din conta, pero pereceume demasiada coincidencia que tivese un mobil igual co meu.
Levantinme torpemente e comecei a correr tras o animal que me roubara tan habilmente o meu mobil. O veloz conexo ccorría a unha velocidad non moi alta pero ía facendo eses polo que o seu aprisionamento facíase moi dificil. Pronto fixeime que preto atopábase unha madrigueira. Nun ultimo intento tireime encima do conexo cos brazos estirados, conseguin agarralo, pero removveuse e chimpou fora, pero por sorte conseguira coller o meu mobil.
Quedei mirando se o meu aparato sufrira algunha contusion, estaba cas mazaduras de sempre. Agora o que me chamaba a atención era a madrigueira, saian unhas tenues luces matadas pola luz do sol, e uns gruñidos e musica de conto do interior. Mirei a todolos lados, non había ninguen en varios centos de metros o redor. Acerquinme a boca da madrigueira, oia cada vez mais rebumbio. Algo saiu da madrigueira e turrou por min cara adentro, deso non recordo nada, o ultimo que recordo é aparecer durmindo xa atardecendo á boca da madrigueira. Meus amigos despertaranme porque perderanme de vista dende que marcharan bañarse.
Volvimos a manta a tomar os bocadillos, non prestei atencion o que me pasara, tomino por un soño absurdo, o raro e que as noites, as veces, teño sonos moi similares a alicia no pais de marabillas, pero son moi reais, quizais...demasiado.

Richard Starkey


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Runing

La policía nos vio, las luces de las linternas nos cegaban, nos quedamos estáticos por el miedo, a la par que los policías.
Al mismo tiempo comenzamos a correr hacia atrás alejándonos de los guardias. Corríamos a toda velocidad entre las hierbas a la altura de nuestras rodillas.
Sabíamos que solo habíamos hecho unas pintadas en un muro, pero alguien , en la oscuridad de la noche nos había delatado, y teníamos mas pintadas, por lo que si nos cojían, recaerían en nosotros todas nuestras pintadas.
Los policías habían empezado su persecución poco después que nosotros pero con la ventaja de ir en su 4x4. Nos pisaban los talones pero conocíamos todos los recobecos del pueblo.
Saltamos el primer muro que nos encontramos, y con mas fuerzas que antes seguimos corriendo. Sentimos que las puertas del todo terreno, seguíamos corriendo pero cuando echamos un vistazo al camino recorrido el muro se quedaba lejano. Decidimos cambiar de sentido y nos fuimos hacia un lado del las eras, saltando un pequeño vallado hacia otra en la que habían unos invernaderos.
Habíamos perdido la pista a la policía pero una si corrimos por el terreno entre los invernaderos con el aire entrando y saliendo torpemente de nuestros pulmones haciéndonos jadear como perros de caza.
Aquel terreno llegaba a una casa que tenía las luces apagadas. Los dueños debían estar de vacaciones como la mitad de los habitantes del pueblo en verano. Tenía un muro que daba directamente a una carretera y en frente un monte tupido.
Esperamos un tiempo por si pasaba algún coche.
En ese tiempo estuvimos hablando en un tono muy bajo de lo que hacer con las mochilas. Concluimos en ir por el monte y esconderlas en un escondite.
Trepamos por el muro pegados al muro mas alto de la casa de al lado para que no se distinguiese nuestra silueta. Una vez arriba decidimos saltar uno detrás de otro por si acaso. Salto el primero, cruzo la carretera y sin ver nada extraño me dio vía libre. En el momento que estaba en el aire oí el sonido inconfundible del todo terreno. Puse todas mis fuerzas en cruzar la carretera y tirarme en la cuneta junto a mi amigo, para que no nos viesen. Tuve suerte, pasaron tan rápido que fue imposible que nos viesen.
Sentía mi corazón latiendo apresuradamente contra el suelo de tierra de la cuneta. Pasaron pocos segundos depsues de que desapareciese el 4x4, nos levantamos y corrimos por el monte hacia nuestro escondite, dejamos allí las mochilas con los sprays. Decidimos volver a la sociedad por carreteras secundarias, conseguimos llegar al cumulo de personas que se abarrotaban donde estaban las atracciones típicas de verano.
Tuvimos suerte.

Richard Starkey

lunes, 22 de marzo de 2010

A las orillas de Sena

Hoy, 17 de abril, a las orillas del rió Sena, contemplando como la luz del sol apunto de esconderse tras las montañas de edificios, recuerdo como llegue hasta aquí, un día hace ya varios meses.
Era la primera vez que quedaba con Cynthia desde hacia varios días sin vernos por los exámenes. Había viajado dos horas en tren hasta la ciudad donde habíamos quedado. Ya era de noche, en invierno oscurece muy pronto, pero el tiempo era un frió, acojedor, un frió...navideño. Sentado en un banco viendo a las familias correr por la plaza, esperé hasta que en medio de la gente conseguí ver su silueta, su cuerpo rígido y diferente a la actitud que tenia siempre que nos recontábamos. Las luces de las calles se reflejaron en una lágrima que descendía por su mejilla, me quede inerte y corrí hasta la mitad de la plaza a abrazarla mientras se derrumbaba en mis brazos.
Estuvimos un buen rato abrazados formando parte estática de la plaza tan ajetreada. Pronto la mire a los ojos, no lloraba con disgusto, era una mezcolanza de pena y alegría. Sus ojos, sonrosados por llorar y por el frío me decían todo lo que necesitaba saber pero de sus palabras salieron las palabras que me hicieron comprender.
-Me voy, me voy a Francia-me dijo entre sollozos y con un hilo de voz- la beca que pedí a principio de curso, el semestre pagado de estudios en la universidad de París-.
Me distancie sin darme cuneta de ella manteniendo aun el contacto. Nuestra historia se remonta al verano y desde entonces nunca habíamos estado separados mas de tres semanas. La idea de estar separado de ella un semestre entero me aparecía tan imposible como difícil. Nunca nada a distancia a funcionado pero lo único que se me ocurrió decir en ese momento fue un simple y triste felicidades, acto seguido volví a hundir mi cara en su hombro y abrazarla mas fuerte.
Nos separamos y cogidos de la mano seguimos con nuestros planes de pasear e ir a los sitios que teníamos planeados, aunque en realidad un sentimiento dentro de mi, alertandome de que esta seria una de las ultimas noches que podría estar con ella, me hizo cojerla mas fuerte de la mano e irme a las afueras del centro, cruzar la avenida y llevarla al puente viejo de la ciudad, sentarnos y mirar el agua pasar.
La miré a los ojos, los dos comprendiamos nuestra situación y con un aire de melancolía nos besamos en la que fue una de nuestras ultimas noches en casa.
Pasaron dos semanas antes de que llegase el día en el que Cynthia cogiese su vuelo dirección París. Quedé en llevarla desde la residencia hasta el aeropuerto. La recogí de mañana temprano, los dos sabíamos que era la ultima vez, pero no parecía importarnos, estábamos mas fribolos que nunca, distanciados, fríos, pero aun así conservábamos nuestras sutiles conversiones.
No fue difícil encontrar aparcamiento. La terminal no estaba muy lejos y el vuelo salia en media hora. Nos pasamos veinte minutos charlando, entre risas y nostalgia en una de las cafeterías del aeropuerto. Megafonía anunciaba la salida del vuelo de Cynthia, y ahí fue cuando nuestro hechizo se rompió. Avanzamos sin decir ni una sola palabra hasta el mostrador de embarque. Frente a frente, juntos los dos con los ojos llorosos sabíamos cual era nuestro destino aunque nos costase asumirlo. No quería perderla, era lo mas importante para mi, aquí teníamos todo lo necesario, pero aun así era muy egoísta de mi parte hacer lo que hice, de mi boca salieron unas palabras que ahora creo erróneas- Quedate, por favor- La cara de Cynthia esbozo una sonrisa como si estuviera esperando a que lo dijese, y con tranquilidad me hizo la propuesta que en su momento debí aceptar- Vente conmigo, no te prometo que sea fácil, pero va a ser mas difícil así.- Me estaba proponiendo lo contrario a lo que yo le decía, no me esperaba esa respuesta, fue algo inesperado,¿que haría yo en Paris?,mi familia tenia cierto poder adquisitivo, podria pedir un traslado a la misma universidad pero..., en aquel momento mi cabeza se vio repleta de ideas nuevas y le prometi a Cynthia que en cuanto arreglase los papeles del traslado estaríamos los dos juntos viendo ponerse el sol a las orillas del Sena...

TO BE CONTINUE

Richard Starkey


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SHORTS.
Subía unas escaleras rotas, sin nada en lo que apoyarse. No veía nada detrás de mí. Pero, ¿cómo había llegado hasta allí? Seguí subiendo, pues no veía otra alternativa. Poco después vi una puerta no muy grande, de la cual salía luz por las grietas. Ansioso -un sentimiento extraño, ya que normalmente me asustaba al ver las películas en la que están en esta situación- agarré el pomo, decidido, y abrí la puerta. Hubo tal destello que no pude ver nada por unos instantes. Abrí los ojos, y caía. Sí, ¡estaba cayendo! Por una catarata. Y no recuerdo más. Llegué al agua. 

Este es el único recuerdo de mi vida pasada.




Una tarde primaveral, se fijó en una chica, esta era preciosa a sus ojos. Alta y delgada, con el pelo rubio.
Ella pasó olímpicamente del chico.  Pero el nunca se rindió. Un día se armó de valor y le preguntó si quería ser su pareja en el baile de fin de curso. 'No, ya tengo pareja.', contestó despiadadamente la joven. El chico se decepcionó.
El día del baile, 
la pareja de la joven no acudió con ella. Esta se acercó al chico que días antes le pidiera ser su pareja y le dijo: 'Ya sé como te sentiste. Lo siento'. Él la consoló. Al final, el adolescente se salió con la suya; bailar con la hermosa joven que le había encandilado.

Eva Martín Crego.



sábado, 20 de marzo de 2010

La leyenda del Pacífico

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo en una isla del pacifico cuando llegaron los conquistadores, al intentar comunicarse con la gente de la isla, les dijeron a los colonizadores que había un gran monstruo que habitaba en una cueva a los pies de la montaña.
Los valientes exploradores se fueron guiados por medio de la frondosa selva, llena de lianas verdes como la mas jugosa manzanas, los rayos del sol se movían con cuidado entre los huecos que dejaban las hojas mas altas de los centenarios árboles. La humedad era agobiante para los que llevaban grandes armaduras y cascos de hierro, no para los indígenas que atabiados con unos taparrabos y unas plumas guiaban a los europeos por los caminos que para ellos eran tan corrientes.
De pronto una luz surgió del medio de los arboles, como la abertura de una cueva construida por la naturaleza. A los caminantes les costo segundos adecuarse a la luz, pero en cuanto estuvieron armonizados con el sol vieron la inmensidad de la montaña, que mas bien parecía un volcán por su forma pero no daba signos de actividad reciente.
En frente de los viajeros se encontraba la cueva con una boca tan grande como una de las catedrales de las mas grandes ciudades. Los colonizadores atónitos ante aquella obra majestuosa de la madre naturaleza. De pronto el jefe de la tribu, mediante señas y gruñidos les indico que allí se encontraba la bestia. Los europeos tal como describían las pitadas a la entrada de la cueva mandaron a uno de los mozos a explorar en la cueva atabiado con unas viejas protecciones.
El chico se adentro en la cueva con un casco que le que quedaba grande y una espada con un filo montañoso. De pronto empezó a escuchar una respiración agitada que resonaba en toda la cueva, la cual no era la suya. Pronto alcanzó a ver la imagen gigantesca de la bestia, una bestia como describían las antiguas escrituras.
De pronto los ojos de la bestia se abrieron y miraron al mozo a los ojos. No era una mirada furiosa ni mucho menos agresiva, si no de piedad. Miro con mas detalle a su cuerpo y vio en su costado flechas y cortes, dagas undidas en sus carnes, cicatrices en todo su cuerpo. EL mozo comprendio todo. Entonces oyó la voz de sus superiores preguntando por su seguridad. Entonces enchido de valor se puso en frente a la cabeza de la bestia y con simples gestos y sonidos le indico que rompiese por un hueco donde entraba la luz y se hiciese libre. Al parecer en monstruo comprendio y mediante su lenguaje le pidió que montase a su lomo, y así lo hizo, trepo por sus escamas y a sus escapamas se sujetó. En ese momento con su dura cabeza agrando la grieta, tanto hasta que consiguió hacer un hueco tan grande como el cuerpo de la bestia.
Desplegó sus alas y salió por el hueco, volando con una fuerza superior a la de ninguna maquina de la época. Vio a sus compañeros en tierra los cuales asombrados eran eclipsados por la bestia y su tripulante.
Cuenta la leyenda que desde aquel día, la bestia y su viajero cruzan el cielo ocultando el sol cada 90 años. Aun hoy la leyenda del mozo que ayudo a la bestia perdura en el pacifico.


Richard Starkey


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Please, wait for me.




Songstory.
Please, wait for me.

‘Por favor, espérame.’
Era lo que se repetía constantemente en mi cabeza.  Esas tres palabras, las mismas de siempre. ¿Por qué?
 


Y si te tienes que ir,                                   And if you have to leave,
Desearía que solo te fueras.              I wish that you would just leave

Siempre me haces esperar, y yo, como una tonta, te espero.  Pero antes no era así, yo te cuidaba, te quería. ¿Qué digo? Aún te quiero.

Cuando tu llorabas yo secaba tus lágrimas
Cuando gritabas yo luchaba contra todos tus miedos
Tomé tu mano a través de todos estos años
Pero tu tienes todavía
Todo de mí
When you cried, I'd wipe away all of your tears
When you'd scream, I'd fight away all of your fears
And I held your hand through all of these years
But you still have
All of me

Timbraron. En un principio decidí no abrir, pero insistieron.  Me levanté de la cama con los ojos, literalmente, como tomates. Aún estaba en pijama. No había comido nada, a pesar de ser ya las seis de la tarde.
Había un ramo de lilas. Un ramo procedente de él. Eso me recordó…
Flashback.
-¡Oh! ¡Qué bonitas son estas flores! ¿Cuáles son? –pregunté. Estábamos en una floristería.
-Son lilas. –me dijo él.
-¿Quiere una? –me ofreció la florista.
-¡Muchas gracias!
-¿Sabe qué significan las lilas?
-No, ¿podría decirmelo?
-Tienen un bonito significado.  Son las flores del primer amor, de la inocencia, de la juventud.
Miré hacia él. Se sonrojó y apartó la mirada.

‘Espérame, por favor. Créeme, haré todo lo que pueda para volver, para estar a tu lado.’
Entonces me dí cuenta. ‘Cuanto más larga sea la espera, más alegre estarás.’* Sonreí y puse las lilas en un hermoso jarrón.



Fragmentos de la canción 'My Immortal', de Evanescence.
*Anime, Detective Conan. Película 12.





Se aceptan críticas y comentarios.

 

George

No tengo nombre definido, unos me llaman Blorg, otros mr.Bunny o incluso Delilah, pero la gente mayor siempre coincide en llamarme amigo imaginario.
Llevo toda mi vida siendo el amigo imaginario de muchos niños en esta calle. Hay un amigo imaginario en cada calle que se hace amigo de un niño hasta que consigue tener amigos reales.
He estado ayudando a muchos niños de esta calle situada en el centro de un barrio costero de una pequeña ciudad, pero hubo un niño de los que he ayudado que siempre estará en mi recuerdo, George.
George era un niño rubio con el pelo cortado a tazón y que iba a la escuela todos los días como cualquier niño. Tenía imaginación, tal vez demasiada y eso era lo que lo distanciaba de los niños. Mientras los demás jugaban a hacer carreras con sus coches, George se dedicaba a hacer fantásticas aventuras con los príncipes y las princesas, dragones y magos, aventuras en la que ningún niño quería participar.
Un día aparecí en su vida, un día en el que volvía del cole y que ningún niño había querido ser su compañero para un trabajo de plástica. Estaba sentado en su cama y el me dio la apariencia de otro niño, un niño con una camiseta azul de rayas, y pelo azul, me llamó Richard. Era la primera vez que tenía la apariencia de un niño. Siempre me daban la apariencia de un monstruo azul con pelo y manchas verdes o una masa uniforme de colores, pero ser un niño era una experiencia muy gratificante para mi.
Durante el año que estuve con el derrochamos mas imanación de la que un niño normal puede crear en toda su infancia. Recorrimos los caminos mas largos en medio de la selva, subimos a las montañas mas altas con nuestras propias manos, curzamos los mares mas grandes llenos de misteriosos animales.
Cada día era una aventura nueva, la cabeza de George cada día me sorprendía más y más, era impresionante la cantidad de lugares que un niño de 5 años podía crear en su cabeza.
Cada vez que jugábamos conseguía que parte de su imanación la gastase conmigo y así al día siguiente se relajaba mas en clase y hacia mas amigos, así que al llegar a casa su despliegue de fantasía era total.
Un día consiguió unir las horas de clase y la fantasía. Llevo a un amigo a casa, un amigo que había hecho en el colegio. Recuerdo que aquel día no aparecí, pero lo vi todo. Fue uno de sus mejores días, se lo pasaron en grande, jugaron, corrieron, treparon, saltaron... aquel día después de todo un año de grandes aventuras era mi ultimo día en aquella casa. Se que no me extrañaría porque ahora tenia amigos de verdad.
De esta historia hace ya 20 años. Aquel niño un poco tímido pero increíblemente feliz se convirtió en un gran padre de familia.
Aun conserva un dibujo en su cuarto de un niño con camiseta azul a rayas y pelo azul con un nombre con torpe letra, Richard.


Richard Starkey

jueves, 18 de marzo de 2010

Recuerdo del día que esta por llegar


Llevaba varios días esperando este día, esta hora. AL fondo de la calle estaba ella, con su luz resplandeciente en medio de la oscuridad de la tarde de invierno. Bajo la lluvia con un paraguas, paso lento. Su cara queda oculta por el paraguas. Cuando llega junto a mi solo me atrevo a decir un escueto "hola". Levanta el paraguas, alcanzo a ver sus ojos. Brillantes y sumidos en lágrimas. Se nota que no era el único que llevaba tanto tiempo esperando este momento.
Nos quedamos un tiempo mirándonos frente a frente, yo pegado a la pared y ella pegada a mi, mirándonos a los ojos. EL tiempo pasa, no hace falta decir nada, contemplar cada detalle de su cara mientras pienso en todo lo que pasamos juntos antes de llegar a este instante.
La lluvia nos aislaba del mundo, la calle estaba desierta, ningún coche perturbaba nuestro momento de hipnotización. Estábamos sumerjidos en una burbuja en la que solo existiamos nosotros le lluvia y nuestra soledad.
¿Quien sabe cuanto tiempo paso?¿quien puede decir cuanto tiempo estuvimos mirándonos? no hubo tiempo hubo sentimientos, pegamos nuestras frentes, nuestros ojos conectaron, nuestros cuerpos se juntaron, las caras acortaron distancias y por fin desde hacia días, semanas, meses quizás volvía a sentir aquello por lo que en su día perdí la cabeza.
El sabor de unos labios ajenos son quizás el sabor mas dulce y verdadero que puedo encontrar en esta vida, aunque siempre he preferido robarte un beso a pedírtelo.
Nuestros ojos volvieron a mirarse esta vez con un sentimiento de alegria que reflejado por las lágrimas que surgían de sus ojos, que poco a poco se convertían en mis lágrimas.
La oscuridad de la tarde de invierno y la luz que surgía de esa risa complice era lo único que recuerdo de aquel día que esta por llegar.

Richard Starkey


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El ángel.


Me desperté un día y caminé por las calles de los alrededores de mi casa. Tarareaba una de mis canciones favoritas cuando mi corazón dejó de latir, tan solo por un segundo. Me giré y ví la casa. Una casa enorme, blanca, totalmente blanca por fuera. Incluyendo las cortinas, las cuales estaban corridas. 'Vecinos nuevos…' –pensé. Me acerqué a la casa. Timbré. Una muchacha de mi misma edad me abrió, aún estaba en albornoz. Era hermosa. No, mucho más que eso. Era… un ángel.

-Hola, ¿a qué se debe su visita? –tenía una voz muy dulce. Definitivamente, era maravillosa.

-Disculpa. Soy tu vecino. Vivo en aquella casa de allí.

-Oh, ¡qué bien! Eres el primero en visitarme. Pasa, si quieres, puedes desayunar aquí. –quedé preso de sus ojos azules. Cuando vió que nuestras miradas se cruzaron, sonrió.

-Muchas gracias.

-Pasa, la cocina es aquí. –la casa era completamente blanca. 'Qué raro.', pensé. –Por cierto, ten cuidado, que el suelo está moja… -no pudo continuar, ya que resbaló. Evité su caída cogiéndola.

-¿Quién debe de tener cuidado? ¿Tú o yo? –pocos centrímetos separaban nuestras bocas. Ella cerró los ojos. Me acerqué lentamente y la besé. La cogí en brazos –como hace un novio con su novia en una boda- y le puse los pies en el suelo, aún sin dejar de besarnos. Abracé su cintura y ella mi cuello, jugando con mi pelo. Ella se separó de mí.

-Oh vaya, lo siento. Pero es que estoy muy cansada. –se sentó en un sofá que había en el comedor. La seguí y me senté con ella. –Ayer casi no dormí.

Cerró los ojos. Se quedó dormida. Yo la cogí de nuevo y subí las escaleras, buscando su habitación. No tardé mucho en encontrarla y, como os imagináis, era completamente blanca. La dejé cuidadosamente encima de la cama y fui a comprar una rosa roja. La dejé a su lado.

Pero no la volví a ver. Al día siguiente regresé a su casa y me encontré la casa sin amueblar con un cartel. 'Sale'.

Pero al llegar a casa, me encontré, al lado de la cama, la rosa. Pero estaba distinta. Estaba mojada.

"Y una rosa acarició su cuerpo desnudo. Una rosa roja; una rosa de la pasión, del amor. Esa rosa tuvo un gran privilegio. Fue una de las pocas en poder acariciar, o más bien alcanzar, un ángel. Uno de los pocos seres vivos en alcanzar a uno de esos seres 'legendarios'…

Porque ese ángel también lo amaba. ¿Por qué, si no, se habría bañado con su primer y último regalo?"



Fin.






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Otra historia de detectives.


Otra historia de detectives.
La dueña del restaurante recibió una llamada. Otra reserva para la noche. El comedor estaba completamente reservado, lleno. 'Será una noche dura, pero recompensada.', pensó. ¿Que por qué? Pues… porque la gente que le acababa de llamar dijo que pagaría 70€/Persona.
Llegó la noche. Había luna llena. Por lo tanto, la reserva que he mencionado antes, decidió cenar en la terraza, a la luz del hermoso satélite de la Tierra.
Pidieron y esperaron. La mesa estaba compuesta por ocho personas. La mitad hombres, la otra mitad, mujeres.
-¡Siempre haces lo mismo! ¡Eres un desgraciado! ¡Qué el diablo te lleve al infierno! –un hombre, de 21 años, molesto por un comentario del que había insultado, le alteró. Su nombre era Steve, un importante empresario.
-¿Disculpa? ¿A caso quieres que salga a la luz aquello…? –le respondió el insultado, de la misma edad que el otro. Se llamaba Carl.
Steve calló y se sentó. Este no habló en toda la cena, tan solo –si le preguntaban algo– con monosílabos. Acabaron la cena y Steve fue al baño. Pasó allí diez minutos.
-Chicos, vuelvo ahora. –Carl se dirigió a los servicios. Al levantarse, llegó Steve.
-Te acompaño. –dijo James, amigo de Carl.
Los dos caballeros permanecieron tres minutos en el servicio.
-¡Ayuda! ¡Carl está muerto! –James era presa del pánico. Todos los amigos fueron hasta el baño. Allí vieron a Carl con cara de angustia –claramente muerto por veneno–.
-¿Qué ha pasado? –preguntó la dueña del local.– ¡Oh! Llamaré a la policía. Qué desgracia…
-¡Tú eres el asesino!– la novia de Carl acusó a James.
-No. Él no ha sido. –dijo un hombre, que tenía poco más que diez y ocho años.
-¿Y tú quién eres para decirlo? –dijo, de nuevo, la novia, llorando.
-Soy detective. Llámenme Arthur.
El detective inspeccionó la puerta, luego, el cuerpo de la víctima. Habló con los amigos de esta última y resolvió el caso.
-El asesino es usted, señor Steve. Fue al baño y puso una trampa. Al primero que abriese la puerta le caería una gota del veneno en la cabeza. Pero solo al primero. Como usted conoce a la víctima, supo que se llevaría el dedo índice a la cabeza, lo mojaría con el líquido y después humedecería el índice. Sr. Steve, comprobó esto ayer, ¿verdad? Ayer llovió. Carl hizo esto mismo con la lluvia, ¿no?
-No tiene pruebas. Además, podría haber entrado cualquier persona antes que él.
-¡No! Yo escuché como le decías a Carl que entrase al baño justo después que tú. –dijo James.
-Y no solo eso, para asegurarse, añadió en la copa del Sr. Carl un líquido que provoca escapes de orina.
-Maldito detective… Pues sí. Lo maté. Pero se lo merecía. Sobornaba a mi hermana, la acosaba. Una persona así no tiene otro sitio en el Universo que el infierno. He tenido valor. Le maté.
-Te equivocas. –el detective rió– Valor es una palabra de justicia. Es la capacidad que nos permite hacer frente al miedo con confianza y determinación. No puede usarse como excusa para matar a alguien.*
Efectivamente, él fue el asesino. Fue condenado a prisión. Pero nunca olvidó las palabras de ese detective.


*Oraciones utilizadas en el anime o manga 'Detective Conan'. En anime: capítulo 247. En manga: volumen 31.



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Sueño eterno

Me llamo John, tengo 32 años. Todos los días recorro unos 26 kilometros desde un pueblecito desde las afueras hasta mi trabajo en la ciudad.
Ultimamente con los cambios de tiempo hay días que por la mañana no se ve nada en la carretera y caen grandes trombas de agua.
La ultima vez que cogí el coche era un dia de invierno, lluvioso como siempre en esta parte de Irlanda. Desde mi casa hasta la carretera de asfalto tengo que pasar por una pendiente de tierra. Con la lluvia estaba un poco resbaladiza pero consegui salvar el camino a pesar de mi sueño.
Sali a la carretera inundada por las lluvias. El motor rugia para conseguir avanzar entre la riada, cada vez hacía mas calor, cada vez tenia mas sueño, baje un poco la ventanilla para que entrase un poco de aire pero lo suficiente como para no mojarme, pero al hacerlo una rafaga de viento metio agua en mis ojos.
Las cosas se ponian en mi contra. De pronto por un tramo dnode nunca hay un alma vi una sombra pasar muy rapido, intente frenar el vehiculo como pude. Derrapo, hago varios trompos, el coche rompe la berrera de seguridad, caigo con mi coche por un terraplen dando varias vueltas de camapna con mi coche.Todo torna oscuro.
Al poco recupero poco a poco la conciencia. He salido disparado quedando sentado contra una pared a los pies de una montaña. La misma sombra negra se acerca a mi desde lo alto de la carretera, va descendiendo a medida que voy recuperando toda mi conciencia sobre lo que pasó. Intento levantarme pero no me responden las piernas. Miro hacia atras y un dolor mortal comienza a surgir de mi espalda, no puedo mover las piernas.
La dama negra llega hasta mi ocn la cabeza baja y la hoz en alto, poco a poco sube su cabeza, consigue mirarme con sus ojos que son el reflejo del infierno, la maldad y agonía. Lleva su guadaña hacia mi corazón, mi mirada recorre desde su guadala hatsa sus ojos, con la mirada la suplico piedad. Hunde la guadaña en mi alma, no hay dolor igual pero todo se vuelve blanco, tal vez, solo tal vez esté en un lugar mejor, no lo sé, solo se que debi quedarme durmiendo una mañana en casa que dormir toda mi vida bajo tierra.

Richard Starkey


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Martes 13.

Martes 13.

Me llamo Félix, vivo en el cruce entre la calle 45 y 46. Todos los días, a media noche, doy un paseo alrededor del parque que hay al lado de mi casa, pero esta noche, día martes 13, fue diferente.

Me encontraba como ya había dicho antes en el parque que hay al lado de mi casa. Las hojas de los árboles estaban cayendo, era otoño.

De repente, entre las hojas apareció un hombre, de estatura media con una pequeña chepa. Al principio me pareció que era un basurero, que las estaba recogiendo, pero en realidad me estaba observando. Sus ojos fríos como el hielo me estaban mirando.

Me pareció mejor irme, pero él me seguía pisándome los talones. Me daba miedo darme la vuelta y eche a correr hasta un callejón que hay al lado de mi casa, y me escondí detrás de un banco.

Y allí estaba él, al principió del callejón. Vi su rostro pálido. De su bolsillo saco un cuchillo y se acercó a mí, no me dio tiempo a reaccionar, ya me había agarrado por el cuello.

Ya os podéis imaginar lo que me ocurrió, me había clavado un cuchillo que me atravesó el pecho y me rajó todo el esófago.

Antes de morir vi una pequeña gruta que se abrió en el centro del asfalto, el hombre se había quitado la gabardina, y debajo vestía una capa negra.

En aquel momento comprendí, que había llegado mi hora.


 

-Lara Fernández Romero.

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miércoles, 17 de marzo de 2010

Historias Cortas

Bienvenidos al blog de Historias Cortas, pasa y relajate.