jueves, 6 de mayo de 2010

Ruta 66


Por fin estaba allí, la mitica ruta 66 se extendía ante mí, el asfalto desprendía aquel calor que mis poros absorbían. El chaleco y los guantes de cuero, la pañoleta atada a la cabeza, las botas militares y como no mis gafas de sol que reflejaban todo aquel paraje desértico. Lo tenía todo, incluida mi moto, una mítica Harley Davidson Sporster Evolution que me acompañaba desde el primer día de carnet de moto de alta cilindrada.
Había planeado este viaje tantas veces que me parecía mentira que de verdad estuviese allí.
Pasaban tres minutos de las doce del mediodía y yo y mis 27 años nos disponíamos a hacer temblar la llanura estadounidense. Encendí el motor, un rugido como si de una fiera del medievo se tratase surgió de las entrañas de mi moto, y eso me gustaba. Puse las manos en el manillar y me coloqué las gafas, puse los dos pies sobre la moto y aceleré como alma que lleva el diablo.
Miles de veces me había imaginado sobre mi moto, surcando el ardiente asfalto de la llanura y ahora lo estaba viviendo en primera persona.
De pronto oí un golpe fuerte, la moto rebotó e intenté frenar por todos lo medios, la rueda de alante había pinchado y al girarla se clavó en una de las greitas de la carretera, frenó en seco y me envió surcando el aspero aire a unos cuantos metros.
Silencio.
Cuando recobré el sentido una de las primeras cosas que hice entre no moverme mucho y sentirme dolorido fué mirar la hora en mi reloj, el cual a causa del impacto había qeudado reducido a una correa con chatarra.
Habia comprobado que la movilidad en mi brazo derecho era buena, aunque me dolía el codo y las rozaduras de este me ardían. Mi cabeza también tenia cierta movilidad pero a la hora de mover el resto de mi cuerpo me resultaba imposible. Tenía sensibilidad, de echo sentía que me dolía todo , las piernas me quemaban y me dolían como si tuviese una tonelada de roca encima, el toraz me quemaba por las rozaduras, pero era incapaz dee moverme.
EL sol me consumía me hacía sudar, pero aun tenia algo de conciencia, intentaba con la mano que tenía movil taparme la frente para no cojer, o por lo menos retardar, el efecto de una insolación. De pronto a lo lejos en el cielo divisé la estela de un avión. Era ciertamente comico, estaba pidiendo ayuda, y en cierto modo si no fuera porque estan tan lejos que no me divisan, podria servirme de algo, si estuviesen metros mas cerca de la tierra quizas me verían y me ayudarian por un casual, pero no era ni una avioneta ni un helicoptero, si no un avion de pasajeros que continuaba su rumbo sin reparar en mi. A continuacion de la estela venian no recuerdo bien si dos o tres aves, no las podia ver bien, el cielo era demasiado claro y la silueta de aquellas aves que cada vez se iba acercando mas era aun para mi irreconocible. De pronto un graznido me hizo recordar las series de mi infancia, cuando en el desierto siempre se veia una calavera de bufalo, una carretera solitaria y como no, buitres.
Venían en mi busca, en busca de comida, el desierto era el plato y yo el cerdo con la manzana en la boca para aquellas apestosas aves.
Se pusieron encima de los restos de mi moto, observandome en cierta distancia, ahora lo recuerdo eran dos, dos cuervos asquerosos, con las plumas andrajosas y las cabezas pequeñas, los picos descuidados y las patas inmundas. Aquella mirada que se clavaba en mis ojos. Pronto se bajaron de donde estaban posados, caminaron el estrecho hasta al lado de mis piernas, uno se subio a la derecha, el otro me recorrida por el costado, pronto se pararon frente a mi cara, me miraron, como en tono de amenaza, sabia que si gritaba o los provocaba posiblemente fuera peor, tampoco tenia fuerzas apra tentar a la suerte.
Despues de auqello no recuerdo nada más, después se que me trasladaron al Hospital que estaba mas cercano de aquel punto perdido en el mapa, al parecer una pareja de granjeros que tenian cosechas varios kilometros mas allá me recojieron porque aun daba señales de vida. Por desgracia nunca les pude mirar a los ojos para decirles cuanto se lo agradecía, ese gesto de bondad que me salvo la vida, nunca les podre mirar a los ojos porque aquel día los perdí en una partida con la suerte en la que abrajaba el desierto.

Richard Starkey

lunes, 3 de mayo de 2010

Rayo Verde


Ya eran aproximadamente las 6 de la mañana, el cielo empezaba a clarear y el mitico rayo verde apareció fugaz ante los ojos de aquellos que en la playa, mojados, cansados y contentos de nuevo con el mundo fueron capaces de sobrevivir a lo que una noche se les vino encima.
La noche anterior, a las puertas de la discoteca Sebas y Andrea se reecontraban depues de una larga semana de examenes en la que no habia tenido tiempo de verse. Era el reecuentro mas esperado desde que Darth Vader le comentó a Luck sus lazos de sangre. La noche se les venia encima, había poco tiempo y había que aprovecharlo. Entraron en la discoteca, las luces invadian la pista, el humo de no se sabe muy bien que creaba una neblina borrosa y la musica del local hacía retumbar tu cuerpo por completo, el ambiente no era demasiado movido, salieron y a las puertas de la discoteca de nuevo, Sebas tomo la mano de su acopañante y comenzó a correr.
Corría con Andrea de la mano por las calles que los miraban indiferentes. Iban direccion al mar, al puerto. Una vez llegaron al paseo marítimo se quedaron en la valla contemplando el cielo estrellado y el alma de las etresllas reflejas en el mar. La sensación de pez los invadía y los llevo a fundirse boca con boca, pero no era el momento de relajarse, esta vez, la ella fue quien cogio la mano de el y empezó a correr hacia la entrada del puerto.
Bajaron a donde atracaban barcas, barcos de pesca y algu nque otro yate. Se subieron a una lancha con unas redes nuevas y alli se tumbaron a su libre albedrío. Cuando ya llevaban mas de un cuarto de hora a solas, el ruido de un motor los alertó, se quedaron inmoviles y mudos, se arrimaron a una de las apredes de la barca para intentar ser invisibles a los ojos del que llegaba.
Pronto oyeron como aluien robusto al parecer ,por sus pisadas en la humeda madera, bajaba de la nave que había llegado. Dos minutos que para la pareja parecieron dos siglos llego un segundo personaje que mantuvo una charla con el, entre murmullos y algunas que otras voces. La situacion se tensaba a más no poder y culminó con dos tiros.
Sebas y Andrea tenían el pulso por las nubes y estaban abrazados como si uno fuese el bote salvavidas del otro en este mar de miedo y angustia.
Pasaron unos minutos hasta que la paz volvió a reinar, aunque el miedo no se le spodía quitar. Sebas tomó la iniciativa y asomó su cabeza para divisar el panorama. Ya eran las 4 y media de la madrugada y parecía que todo estaba en calma. Se decidieron a salir lo más rapido y discretamente posible. Subieron de la barca a las tablas del puerto, andubieron un trezo y una voz con las dos palabras que más han atemorizado a las personas que han hecho algo malo desde los principios de los tiempo gritó: EH ¡ EH ¡. habían reconocido la voz que era la de uno de los que tiempo atras habían etsado hablando. Hecharon a correr pero la salida les quedaba demasiado lejos, una mirada complice hizo que los dos se tirasen sin pensarlo y con los trajes de sabado noche a la fría y sucia agua del mar. comenzaron a nadar rumbo a la playa que aun se divisaba lejana. Unos tiros les silbaban cerca, epro la oscuridad de la noche estaba de su parte. Se oyó como el motor del barcó se encedió y puso rumbo mar adentro, mientras tanto la pareja e había dedicado a nadar pero con sus escasas fuerzas nunca llegarían, Andrea cada vez mas debil dejo de dar brazadas, y ante esto Sebas la agarró del brazo nuevamente y con las fuerzas agotadas que tenía nado hasta llegar como pudo a la costa de aquella playa que les parecía tan distante.
Ya eran aproximadamente las 6 de la mañana, el cielo empezaba a clarear y el mitico rayo verde apareció fugaz ante los ojos de aquellos que en la playa, mojados, cansados y contentos de nuevo con el mundo fueron capaces de sobrevivir a lo que una noche se les vino encima.

Richard Starckey

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