sábado, 10 de abril de 2010

Soliloquio de un loco en el fondo de un vaso de ron (Cuentos locos de París)


Su voz se desliza a través del micro, desciende por sus manos y se expande por la sala repleta de humo y semioscuridad. Magnética, susurrante, se pega en tu mente...al igual que ella.

El amor, es algo bello que estropeas sin darte cuenta
Te di, mi vida entera, mis besos y ahora te alejas…


Son las tres de la mañana. Los trasnochadores afortunados de esta noche atienden al pequeño manjar de su canción entre copa y copa y copa. Quizá la hayan contratado porque su voz incita a beber más, porque las cuentas se van incrementando noche tras noche, grado tras grado, como la temperatura en el local y cada acorde. Ninguno se da cuenta de que ella está siendo atacada por la sombra del recuerdo.
La música es algo que viene y se va, algo que rueda poco a poco, algo que se muere, algo que se esnifa, una semilla negra en el corazón que arraiga con cada balido insustancial del triste pecho.
La voz se desgarra, tañe penas de viejo a la anciana soledad que se esconde como una araña en los telares de las esquinas del pub y en los rincones más insólitos del alma.
Vete, me has hecho daño
Vete, estás vacío
Vete, lejos de aquí.



Pero no se van. Los inertes habitantes que pululan por el local no le permiten ni siquiera descansar los posos agitados en su garganta. Y ya no lo harán más.
¿Qué quieres de mí?
¿Qué quieres de mí?


¿A quién le gritas, Margot? ¿A quién le cantas? En la dulce oscuridad en la que te mueves las caras no son caras si no un espejismo borroso de tu infancia perdida entre tocadores repletos de ausencia, más tarde el metro de París. Las flores que brotan en la primavera cenicienta de tu piel son una excusa, otra herida que supura el amor que nadie te ha enseñado nunca. ¡Pobre niña perdida, Margot, la sedosa electricidad de tus pómulos salpica de rojo el raído escenario!

Vete, con tus mentiras,
Vete, me has hecho daño,
Vete de aquí


La pulpa de tu voz se pierde dos o tres octavas por encima de la escala. Como si a alguien le importara, como si alguien pudiera percatarse. Solo ansían tu roja boca, tu cuello eterno, tus hombros crujientes tus manos morenas…pero son ciegos, ciegos Margot, y jamás te han visto. No acarician la sombra entre tu frente, no comprenden tu canción. No te oyen.
Y pronto, en la penumbra estaré yo. El poeta de rasgos caídos que te rescatará de las garras de tu vida. Ya falta un poco menos, Margot. Sólo otra canción. Siento el metal en mi mano firme. Esta noche por fin mi amor te buscará para siempre a la salida de tu voz. Y ya no habrá miedo, mi amor, Margot, Margot, ya no habrá nada. Tu voz no volverá a acariciar a esos malnacidos. Porque ya he cargado la pistola, y ahora tu bajas del escenario y todo se acaba.
-¡Qué quieres de mí!
Solo el ruido del aire rasgándose y la semilla de mi amor te alcanza. Te recojo. Pero tras todo esto, te estás yendo muy rápido, yo que tanto te he amado…

¿Y ahora te alejas sin decirme un adiós?







La canción que usé se llama Vete, la versión de Marlango.

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